Hay una razón muy sorprendente por la que tendemos a sufrir por nuestros errores como lo hacemos. La verdadera fuente de nuestro dolor en estos momentos, ya sea que estemos solos o con otros, es el miedo a ser vistos como menos de lo que nos imaginamos.
Todos sabemos lo que se siente al intentar salvar las apariencias, luchar por los restos de la dignidad perdida.
Pero tratar de encubrir un paso en falso con miedo no es lo mismo que saber hacia dónde vamos.
De hecho, siempre que nos sentimos obligados a cubrir nuestras huellas, algo está al mando de nosotros, ¿no es así? Pero aquí está la verdadera pregunta: ¿Qué parte de nosotros quiere que creamos que un buen “encubrimiento” es lo mismo que tener razón? La respuesta es sorprendente: es nuestro yo “no original” … Un nivel de ser que solo se conoce a sí mismo a través de una gran cantidad de imágenes sociales adquiridas, incluida la falsa creencia de que deben protegerse a toda costa.
Aunque todavía tenemos que verlo, golpearnos después de cometer un error no significa que realmente supiéramos mejor de lo que acabamos de hacer, ni este tipo de sufrimiento conduce a un mayor mando o mejores decisiones la próxima vez. Los actos de autocastigo prueban solo una cosa: algo en nosotros preferiría sufrir por lo que sucedió en el pasado que estar presente para aquellas partes de nosotros que erraron en primer lugar.
Dominio propio en tus conexiones espirituales
El autodominio real surge dentro de nosotros cuando nos damos cuenta de que revivir el pasado es impotente para cambiar un malentendido presente; proviene de la luz de nuestro nuevo conocimiento de que tener el coraje de bajar el nivel del Yo que nos sigue perjudicando a nosotros ya los demás es mucho más importante que ser visto como correcto. Esta misma comprensión también nos da el valor para comenzar la vida de nuevo, una y otra vez.
Debido a que tengo un interés especial en la psiquiatría y debido a que existe una gran necesidad de atención compasiva de estos desafortunados individuos, tengo mucho más que mi “parte justa” de límites en mi práctica familiar. Con los amarres de amor Alicia Collado sabrás más sobre esto.
¿Cómo lo gestiono?
Con atención plena, por supuesto. La práctica regular de la meditación es mi herramienta más importante para manejar pacientes difíciles. Al aquietar mi “mente de mono” (o al permitirle vivir con al menos una pizca de facilidad en lo que me causa angustia), gano espacio entre la percepción y la reacción cuando trato con personas que tienen cinturones negros en el arte de presionar botones emocionales.
De ninguna manera estoy dispuesto a afirmar que el trastorno límite de la personalidad es lo opuesto a la atención plena, ni que la meditación es la cura. Sin embargo, no importa cuál sea su relación con el TLP (paciente, familia, amigo, profesional que lo ayuda), le recomiendo que intente meditar.